Don Martin
Story by Tara Lohan | Photography by Sarah Craig
Esto es lo que se siente cuando su vecino en Los Ángeles es un centro de producción de petróleo con 30 pozos.
Lo primero que me pregunta Don Martin es si quiero los detalles o el panorama general. El panorama general, le digo, y me lleva del portón de su complejo de apartamentos a la entrada de coches de su vecino de al lado.
El vecino de Don es Freeport McMoRan, una compañía valorada en $30 mil millones. La propiedad de Freeport al lado de Don es solo una fina tajada de un imperio que abarca continentes e incluye algunas de las más grandes minas de oro y cobre en el mundo.
Pero aquí Freeport no está minando metales preciosos – esto es Los Ángeles. Al contrario, Freeport está perforando para extraer petróleo. Es difícil verlo desde la calle. Si manejas por West Adams, un vecindario residencial muy compacto en el sur central de L.A., es probable que pases sin que veas toda la operación.
Desde el camino, lo único que puede verse es una tira de césped bien cuidado, setos en forma de huevo y una pared de cemento color verde. Antes de que se erigiera el año pasado una pared contra el ruido (que parece un lienzo colgado de vigas de metal a varios pisos de alto) y que una torre de perforación se asomara por encima, la mayoría de los vecinos no tenían idea que esto era una instalación que incluye más de 30 pozos, 22 de los cuales son pozos activos de petróleo y gas. Tuberías serpentean bajo tierra desde aquí en una matriz que conecta dos sitios hermanos, cada uno a una milla y media en direcciones opuestas. Los tres sitios son propiedad de Freeport McMoRan Petróleo y Gas, adquirido en el 2013 cuando Freeport se apoderó de la compañía petrolífera Plains Exploration.
La propiedad de Freeport al lado del apartamento de Don es conocida como el sitio de perforación Murphy (debe su nombre a la mansión de Daniel Murphy, que fue demolida en 1960 para perforar los pozos). No podemos ver dentro del sitio y un gran cartel advierte que el paso está prohibido. Otro más pequeño dice que, “Esta zona contiene productos químicos conocidos por el estado de California como causantes de cáncer o defectos de nacimiento y otros daños reproductivos.”
“Quieren impedirnos la entrada, pero, ¿impiden también que se salgan sus productos químicos?”, pregunta Don.
Para contestar a su pregunta él me dirige de nuevo a su complejo residencial, St. Andrews Gardens, un arreglo gigantesco de apartamentos de estuco, cada uno de un par de pisos de altura. Estamos parados en un pequeño estacionamiento y, aun con la torre de perforación que está detrás de él, la estatura de Don es imponente. Tiene un físico amplio, cabeza calva y un bigote y barba de candado blancos. Pero tiene un comportamiento amable. A medida que habla, sus palabras indican una ira creciente, pero nunca alza la voz.
Aparte de la pared de Freeport, esta parcela de asfalto es la única cosa que separa la operación industrial de las ventanas abiertas de las casas de los residentes, explica Don. Lo primero que noto es el olor – es el tipo de olor que te revuelve el estómago y te marea – como si hubieras respirado profundo demasiadas veces al lado de una bomba de gasolina.
“Déjeme mostrarle lo que está oliendo. ¿Ve esas tuberías por allá? Ésas son unidades de incineración de desechos tóxicos”, dice Don, indicando a un aparato verde en la parte de atrás del sitio. El gas es bombeado hacia aquí desde los dos otros sitios y a menudo llega demasiado caliente para ser canalizado a los clientes, así que lo queman. Estos vapores son los que seguramente estamos inhalando. Y también, me doy cuenta, lo están haciendo un grupo entero de niños que se reúnen en una zona de juegos al final del estacionamiento para andar en bicicleta, jugar al baloncesto y pasar el rato.
Uno de los niños que juega es Kiari, la nieta de Don. Ella tiene 11 años ahora y está en remisión de linfoma de Hodgkin. Viene a pararse tímidamente al lado de su abuelo, con antejos de marcos negros y una playera que dice, “soy la jefa”.
“No sabíamos si iba a vivir o morir”, dice Don. Kiari tenía ocho años de edad cuando le hicieron cirugía por primera vez y tuvo que lidiar con la quimioterapia. “Así es como me involucré en toda esta cosa”, dice Don. Él cree que su enfermedad es causada por todos los productos químicos que salen del lugar vecino. Don no lo puede comprobar, por supuesto. Pero vive aquí, respirando este aire. Sus vecinos tienen hemorragias nasales, irritación de la piel y ojos, dolores de cabeza, asma. Su perspectiva sobre la enfermedad de Kiari parecerían una conclusión lógica.
“La compañía petrolera no fue honesta”, dice Don. “Cuando les pregunté sobre esos gases que se emitían, me dijeron que era vapor. ¿Puede imaginárselo? Esos gases tóxicos dicen algo diferente. ¡Es como si orinaras sobre mi zapato y lo llamaras lluvia!”
El sitio de perforación Murphy ha estado en operación desde los años 60, pero los residentes notaron que empezaron a haber cambios recientemente. Después que Freeport se hizo cargo de las operaciones en 2013, comenzó la perforación de nuevos pozos. Con luces y ruido que les llega a todas horas, los miembros de la comunidad estaban preocupados que la compañía estaba haciendo un tipo de producción más intensiva, como el fracking, que era diferente de la actividad convencional de petróleo y gas que había estado ocurriendo por décadas.
Forma breve de decir fracturación hidráulica, el fracking es una técnica favorita de la industria para estrujar más petróleo y gas del suelo. Y ha comenzado a estar bajo escrutinio en muchos lugares de todo el país debido a las quejas de la contaminación del aire, contaminación del agua y los problemas de salud.
El fracking es la razón por la cual me puse en contacto con Don. Durante los últimos años, he estado escribiendo sobre los impactos del fracking en las comunidades. Había escuchado decir que el fracking no estaba ocurriendo solo en los pueblos pujantes de la zona rural de Dakota del Norte, sino también en la ciudad de Los Ángeles. Lo que no sabía hasta que visité West Adams es que no se habla tanto de otra técnica de la industria similar al fracking, peroque es más común y puede ser aún más preocupante para las personas como Don y sus vecinos.
La petición al Papa de una niña de 13 años de edad
A menos de dos millas del vecindario de Don se encuentra otro pozo, propiedad de la compañía Allenco Energy, una operación diminuta en comparación a Freeport. Pero Allenco explota el mismo campo petrolífero — Las Ciénagas – que explota el sitio Murphy. Los pozos están localizados en el vecindario de University Park, cerca de media milla del campus de la Universidad del Sur de California.
En 2010, los vecinos empezaron a registrar quejas con las agencias municipales con respecto a la operación de Allenco después que los residentes toleraron lo que ellos describen como olores horribles y sintieron dolores de cabeza, náusea, hemorragias nasales y problemas respiratorios. En el curso de casi cuatro años, se han presentado más de 250 quejas. No fue sino hasta que investigadores federales de la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección al Medio Ambiente) hicieran una visita y se enfermaran ellos también en noviembre del 2013 que se tomaron medidas para frenar temporariamente la operación.
En una investigación, el diario Los Ángeles Times encontró que la compañía había aumentado la producción por 400 por ciento. Allenco también había empezado a volver a operar pozos desocupados utilizando estimulación con ácido – también conocida como la acidificación – la inyección de ácidos bajo tierra para romper los minerales y las piedras que bloquean el flujo del petróleo y el gas. El proceso es similar al fracking, pero utiliza diferentes productos químicos y a veces se hace a alta presión. Al aumentar la presión puede aumentarse el riesgo si algo sale mal.
Nallei Cobo, una residente de 13 años de edad que vive enfrente del sitio de Allenco, le mandó una petición ferviente al Papa Francisco contándole que por cuatro años ella había tenido hemorragias nasales, dolores de estómago, problemas de corazón y dolores de cabeza. Aunque el sitio está cerrado temporariamente, ella le decía, todos los días le preocupa que pueda volver a abrirse.
Esta zona contiene una población no solo densa, sino también muy vulnerable.
¿Por qué decidió dirigirse al Papa? El sitio del pozo está arrendado a Allenco por la Arquidiócesis de Los Ángeles. Se encuentra al lado del campus de Mount St. Mary en terreno donado a la Iglesia Católica por la viuda de Edward Doheny. Da la casualidad que Doheny es el padre de la industria petrolera de L.A., el primero en hacerse rico aquí, encontrando éxito en el Campo Petrolífero de la Ciudad de Los Ángeles en 1892 y convirtiéndose en el primer magnate petrolero de la ciudad y uno de los hombres más ricos del país.
El Campo Petrolífero de la Ciudad de Los Ángeles, el primer campo petrolífero urbano y el que ha estado en operación por más tiempo, ahora está casi agotado. El último pozo petrolero que quedaba activo eructó un promedio de cuatro barriles magros al día el año pasado en la zona rica de Westlake. Pero la industria petrolera continúa en otros campos de L.A. – con 5,000 pozos todavía en uso. Muchos están escondidos a plena vista, detrás de centros comerciales, en canchas de golf, en el terreno de la escuela secundaria de Beverly Hills. La industria se mantiene a flote aquí con la ayuda del alto precio del petróleo, lo que hace económicamente viable el uso de técnicas como la acidificación para revivir los viejos pozos. Pero, ¿qué significa eso para la salud de las personas que viven cerca de esos sitios, como Don, su nieta Kiari y Nallei de 13 años?
El panorama general
El día que visité a Don a mediados de julio, el vecindario estaba alborotado sobre el hecho de que otro sitio de extracción de Freeport vinculado a Murphy, a solo una milla de distancia en Jefferson Park, podría estar usando el proceso de acidificación. Los vecinos fotografiaron camiones de Halliburton que llegaban al sitio y reportaron que los camiones estaban marcados con los números 3264, señalando la presencia de “líquido corrosivo, ácido” o 1789, ácido clorhídrico o muriático.
En 2013 Freeport solicitó permiso para volver a perforar dos pozos más viejos y perforar uno nuevo para inyectar allí aguas residuales. La solicitud incluía planes de usar 24,619 libras de ácido.
Alina Evans era un estudiante de primer año en USC el año pasado cuando se fue a vivir al lado del sitio de perforación Jefferson. Ella había pensado que el equipo de perforación era una antena de telefónica móvil. En pocas semanas se dio cuenta de que estaba viviendo junto a una operación activa de petróleo y gas. “Había luces brillantes todo el tiempo y el olor era terrible”, dijo. “Estaban perforando a 50 metros de mi ventana. Podía ver los camiones de Halliburton. Había letreros de materiales peligrosos. Los trabajadores tenían trajes que los cubrían – ellos llevaban protección. Pero, yo estoy aquí arriba en mi casa sin protección. Daba miedo”.
El ácido clorhídrico puede ser una cosa peligrosa: La EPA advierte que, si se inhala, puede causar irritación e inflamación “de los ojos, nariz y de las vías respiratorias y también un edema pulmonar”, que hace que los pulmones se llenen de líquido dificultando la respiración.
El vapor que sale de un sitio de perforación que utiliza este material cerca de su vivienda puede ser peligroso. Y un accidente en una instalación que lo utiliza podría ser catastrófico. En julio una operación de fracking en una zona rural de Oklahoma derramó 20,000 galones de ácido clorhídrico. ¿Y si esto hubiera ocurrido en una zona urbana densamente poblada?
Esto, me dice Don, es el panorama general de la situación. Si algo ocurre en el sitio Murphy junto a su casa, él cree que no solo sus vecinos en St. Andrew Gardens estarían en peligro, sino también posiblemente miles de personas que viven en zonas cercanas.
He visitado pozos de petróleo y gas en todo el país, pero nunca antes había visto uno en una zona urbana donde una compañía estuviera utilizando métodos de producción de alta intensidad como la acidificación – y es simplemente aterrorizante.
Donna Ann Ward vive a cinco cuadras de Don y del sitio de perforación Murphy y ella ayudó a iniciar el grupo comunitario CoWatchinOil LA. Ella ha sido una de las principales defensoras comunitarias del barrio. El grupo de Donna Ann ha puesto una cámara de video en el techo de uno de los edificios que mira desde arriba el sitio de Murphy, con el apoyo financiero de la Holman United Methodist Church (Iglesia Metodista Unida Holman) que está a pocas cuadras de distancia.
Donna Ann me lleva hasta allí a través de una pequeña escalera de metal y una escotilla que da al techo. Desde aquí podemos ver lo que no pueden ver los que pasan al lado, en la calle: la longitud total de la plataforma de perforación y un lote de cemento con tanques verdes y tuberías. Sin embargo, la mayoría de lo que sucede ocurre bajo tierra – rejillas de metal en el cemento revelan escaleras que conducen a bodegas de depósito.
Desde el techo tenemos una vista perfecta del “panorama general” de Don. ¿Quién está en peligro aquí? Donna Ann señala a su alrededor. Hay edificios de departamentos donde la gente vive de los subsidios gubernamentales, viviendas de bajo costo para personas de la tercera edad, una clínica de convalecencia, una clínica para las personas con HIV (SIDA), un hogar para monjas (este sitio de perforación también está arrendado a la Arquidiócesis) y a pocas cuadras de distancia, varias escuelas.
Esta zona contiene una población no solo densa, sino también muy vulnerable.
Ésta es una de las razones por las que Don decidió hablar acerca de sus preocupaciones – incluso ha viajado a Sacramento para abordar el tema con los legisladores estatales.
“Lo que he visto es que no quieren poner fin a las operaciones de producción de petróleo debido a los puestos de trabajo involucrados,” él dice. “Si cierras esta instalación, eliminas empleos. Es todo cuestión de empleos, empleos, empleos. He visto a gente que puede conseguir un puesto de trabajo nuevo, pero nunca he visto a nadie que pueda volver a conseguir la vida. ¿Qué importa si se quedan sin trabajo? Al menos mis hijos y nietos están vivos para ver otro día, para crear quizás otros trabajos con energía limpia.”
Falta de transparencia
Alina, la estudiante de USC que se mudó al lado del sitio de Jefferson, sabía lo que estaba sucediendo ahí porque desde su ventana tenía una vista aérea. Pero para la mayoría de la gente lo que sucede dentro de los recintos amurallados es un misterio – es un feudo al que solo la compañía accede.
La ciudad de Los Ángeles no tiene un organismo designado que supervise todas las actividades de petróleo y gas. Michael Salman, residente de West Adams y profesor de UCLA descubrió que antes la ciudad tenía un administrador de petróleo, lo cual es requerido por el código administrativo de la ciudad – pero el puesto quedó vacante a principios de 1990 cuando la producción estuvo en sus niveles más bajos y no se ha vuelto a llenar.
Solo en el último año al menos alguien ha intentado arrojar luz sobre el tema.
A partir de junio de 2013, South Coast Air Quality Monitoring District (AQMD) (Distrito de la Costa del Sur para el Monitoreo de la Calidad del Aire) requiere que las empresas reporten el uso de la fracturación hidráulica, la acidificación o el empaque de grava (otra práctica similar a la fracturación hidráulica). Fue la primera vez que sucedía algo así – esto nunca antes se había requerido en Los Ángeles o en cualquier parte del estado de California.
Después de un año de recopilación de datos, AQMD encontró que en Los Angeles Basin (la Cuenca de Los Ángeles) que incluye L.A, y el Condado de Orange, había habido14 casos de fractura hidráulica, 149 ocurrencias de empaque de grava y 314 casos de acidificación. La agencia encontró que las empresas usaron 44 químicos tóxicos distintos, más de 5,000 veces, representando un total de 45 millones de libras de productos químicos utilizados en la Cuenca de L.A. en un solo año. Tres de los pozos que fueron reactivados con ácidos estaban en Jefferson, el sitio junto a la casa de Alina.
Estos resultados proporcionan un primer vistazo a algunos de los productos químicos que se están utilizando, que es el primer paso crítico para determinar si hay algún impacto en la salud. Pero es sólo una pequeña parte de lo que se debe estudiar.
Muchas empresas están operando con arrendamientos otorgados hace décadas y no se necesita ningún permiso nuevo, ni se imponen nuevos requisitos si comienzan a utilizar el fracking o la acidificación. Desde 1970, el estado ha requerido una evaluación ambiental a profundidad conocida como CEQA (California Environmental Quality Act, o Ley de Calidad del Medio Ambiente de California), la cual requiere que las agencias estatales y locales identifiquen los impactos ambientales de sus acciones y de los proyectos que proponen. No queda claro si alguna vez se ha requerido para los pozos de extracción en L.A.
Michael Salman sabe que de hecho nunca fue requerida para el sitio de Murphy. Él ha investigado los registros desde que comenzó el sitio de los pozos de extracción. El problema, Michael Salman explica, es que “Desde 1970 hasta la actualidad, el número de pozos se ha más que multiplicado” y no se ha tenido jamás la consideración de ver cómo esto afectaría a los residentes vecinos.
La larga lucha por delante
Ahora Freeport también está tratando de ampliar la operación fuera de los límites de las instalaciones actuales para agregar un nuevo incinerador de residuos de gas. Esto no les parece bien a los vecinos, sobre todo porque Freeport ya ha tenido varias violaciones en sus pocos años de existencia que van desde abusos de zonificación a infracciones que afectan la salud. AQMD descubrió en enero una fuga de metano que excede 400 veces el límite permitido. Y pocos días después la compañía fue citada por tener rota una cubierta de agua que permitía que niveles excesivos de compuestos orgánicos volátiles se escapasen.
“Nos dijeron que esto daría lugar a que se le impusiera una multa, pero que dado los recortes presupuestarios y la sobrecarga de trabajo del abogado, podría tomar hasta tres años para que el departamento legal de AQMD cerrara el caso,” dice Donna Ann.
El Pastor Kelvin Sauls, que dirige la Holman United Methodist Church (Iglesia Metodista Unida Holman) y que ha ayudado a apoyar a la comunidad en su lucha contra Freeport, dice que la compañía ha demostrado desprecio, engaño y falta de respeto. Los vecinos, dijo, “han sido tratados como personas non grata – tratados como si fueran invisibles. Y hay un gran desconocimiento de los protocolos y políticas de la ciudad. Ellos han violado no sé cuántas ordenanzas y citaciones.”
Dejando de lado las amenazas de fracking o acidificación, el solo hecho de operar pozos de petróleo y gas en tal volumen en una densa zona urbana ya es simplemente no sostenible. Y esta es una visión aún más global de la situación: Mientras que el petróleo y el gas sigan siendo las fuentes primarias de energía, nos enfrentamos a la realidad de tener que elegir entre llenar nuestros tanques y proteger a nuestras comunidades.
En febrero, el Los Ángeles City Council (el Consejo Municipal de Los Ángeles) votó 10 a 1 para prohibir el fracking y otras prácticas de perforación convencionales. A la oficina del Fiscal de la Ciudad se le encargó redactar una ordenanza, pero su contenido aún no se ha revelado y no queda claro si serán incluidas prácticas como la acidificación. Si se incluye solo el fracking, entonces muchas comunidades en las que se lleva a cabo la acidificación todavía estarán en peligro y otras tantas todavía podrán verse afectadas por las amenazas de operaciones convencionales mal gestionadas.
Así que los residentes de West Adams continúan luchando lo que probablemente sea una larga batalla. “Esto es agotador, consume tu tiempo y te confunde,“ admite Donna Ann. “Pero es un esfuerzo digno. Mantenerse al margen sin intervenir no es algo que la gente a quien conozco pueda aceptar.”
Para Don, es intensamente personal. “Algunas personas se dedican a salvar al búho moteado,” dice. “Otras a salvar a las ballenas. Yo me dedico a salvar a nuestros bebés. De eso se trata todo esto.”
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Faces of Fracking is a multimedia project telling the stories of people on the front lines of fracking in California.