Gustavo Aguirre Jr.
Story by Tara Lohan | Photography by Sarah Craig
Lo que ocurre cuando su casa se vuelve demasiada peligrosa para vivir, gracias a la empresa petrolera local.
Mi coche sigue un Honda azul adornado con llantas brillantes y pintura reluciente que destella en el sol de mediodía como una bola de discoteca. Lo conduce Gustavo Aguirre, Jr. de 27 años de edad – es mi guía turístico para este día. Me lleva por la ruta ‘escénica’ para que pueda ver las avejentadas unidades de bombeo del Campo Petrolífero de Mountain View, que surgió en los años 30. La mayoría de las bombas están en receso y oxidándose en los campos de tierra, como lo han hecho por décadas. Algunas todavía laboran, moviéndose para arriba y para abajo
El Campo Petrolífero se ubica en la base del pueblo de Arvin cerca de la zona al sur del condado de Kern en el Valle Central de California. Arvin queda a 15 millas de Bakersfield y a 100 millas al norte de Los Ángeles. Se encuentra en un espacio sofocante, rodeado de montañas en tres lados, quedándose atrapada allí la contaminación del valle. El día que yo estoy ahí solo puedo ver montañas de un lado, están borrosas, como una pintura al óleo que se ha manchado antes de secar. Las otras montañas están cubiertas por una niebla tóxica.
Parte del trabajo de Gustavo es tratar de ver exactamente qué están respirando los residentes de aquí. Aunque vive en Bakersfield, Gustavo trabaja con Global Community Monitor (Monitor Global de la Comunidad) y en asociación con organizaciones locales como el Committee for a Better Arvin (Comité para un Mejor Arvin). Han instalado monitores de aire en diferentes lugares del pueblo, tratando de monitorear la cantidad de material particulado, el ozono y otras sustancias contaminantes. Y su trabajo es tratar de responsabilizar a los contaminadores.
Pero, hay algo que podría empeorar aún más el aire de Arvin. Mientras que los campos petrolíferos de Arvin han estado mayormente en silencio desde los años 80, Gustavo ha visto los indicios delatores de que las bestias durmientes volverán a despertar: camionetas blancas. Son éstas el vehículo ubicuo de los trabajadores de la industria petrolífera. El frenesí de camionetas blancas que van y vienen de los campos tiene muy inquieto a Gustavo y a la gente con quien trabaja. Y con buena razón. Se están utilizando por todo el estado técnicas de simulación en los pozos, como la fracturación hidráulica (también conocida como “fracking”) y la acidificación para sacar más gotas de yacimientos petrolíferos envejecidos.
Arvin es un pueblo al borde del desastre. Es posible que ya haya pasado de ahí.
De hecho, es ésta la razón por la cual Gustavo me está acompañando en una visita guiada de Arvin. He pasado años documentando los impactos de fracking – visitando a todas partes, desde los pequeños “hollers” (hondonadas) de Virginia del Oeste hasta las ciudades en auge debido al esquisto de la zona Bakken de Dakota del Norte. Y ahora quiero saber cómo el fracking está afectando las comunidades en mi estado natal de California.
La Brigada de la Cubeta en acción
Gustavo se enteró hace poco que sustancias químicas comunes en el proceso de fracking ya han aparecido en Arvin. Pero todavía está tratando de averiguar por qué. Sabe que ya hay bastantes cosas malas que vienen a dar en Arvin – a menudo se dice que el pueblo está “sobrecargado.”
Los Ángeles manda sus aguas residuales y basura a una instalación de “reciclaje” en Arvin en lo que a los residentes parece una caravana sinfín de camiones de diésel. “En un día bueno puedes oler heces y plástico quemado,” dice Gustavo. No le pregunto a qué huele un día malo. El pueblo también está en la dirección del viento que proviene de San Francisco, Sacramento y otras ciudades.
Como si esto fuera poco, el pueblo vecino de Lamont despacha sus aguas residuales hacia Arvin. Todo esto junto con el hecho de un condado circundante famoso por sus campos petrolíferos, cebaderos y mega granjas vuelven la palabra “sobrecargado” un simple eufemismo para hablar de Arvin.
Arvin es un pueblo al borde del desastre. Es posible que ya haya pasado de ahí.
Para poder contrarrestar esto, Gustavo ha ayudado a poner en marcha la Brigada de la Cubeta – un grupo de miembros de la comunidad que han sido entrenados para tomar muestras de aire (utilizan cubetas equipadas con bolsas especiales y mangueras) cuando algo parece particularmente malo. Aquí un ejemplo: En marzo, los residentes que viven en Nelson Court, justo al otro lado de la calle de donde queda la Escuela Secundaria de Arvin, se quejaron de los olores nocivos que causaron que una mujer embarazada se desmayara de los gases.
La mayoría de las personas supusieron que la culpa era de Southern California Gas, la compañía eléctrica local. Pero cuando la compañía examinó sus líneas de gas, no encontraron fugas. El culpable en realidad resultó ser Petro Capital Resources, la única compañía petrolífera trabajando en la zona.
Petro Capital Resources insistió al principio que el oleoducto no era de ellos – no estaba en ninguno de sus mapas – y el condado tampoco tenía antecedentes del oleoducto. El Departamento de Petróleo, Gas y Recursos Geotérmicos requiere la regulación de oleoductos que son de cuatro pulgadas en diámetro y más grandes. Éste era de tres pulgadas. Resulta que de hecho, el oleoducto fue construido en los años 70 en un arrendamiento que desde entonces ha cambiado de manos empresariales varias veces, más recientemente a Petro Capital Resources en 2012. Parece que no ha pasado pruebas de seguridad. Jamás. Puede haber estado goteando durante meses o años. Y puede haber otros. Gustavo explica que en Arvin subyace bajo tierra una red de oleoductos, muchos de los cuales son líneas de tres pulgadas entrelazadas, evitando la regulación.
A los residentes de un lado de Nelson Court – un total de ocho casas – se les avisó que se tenían que ir de ahí. Al principio nadie quiso hacer caso a la sugerencia de evacuar. Pero poco después, un jefe de bomberos les ordenó que evacuaran, diciéndoles que sus casas eran capaces de incendiarse en cualquier momento debido a la acumulación de gas. A los que viven del otro lado de la calle se les dijo que se podían quedar.
Escena del crimen
Gustavo y yo visitamos Nelson Court en junio, dos meses y medio después de la evacuación, y vimos que ahora las ocho casas tienen los patios oscuros y llenos de maleza. Hay cinta amarilla de precaución a lo largo de la cuadra, atada a postes y buzones de correo. Parece la escena de un crimen. Y lo es – en más de un sentido. Una camioneta blanca de seguridad da vueltas a la manzana. Gustavo cuenta que casi todas las casas han sido robadas, la mayoría despojadas – de una, incluso, se han llevado una mesa de billar de 2,000 libras. La mayoría de los residentes han sido reubicados a un complejo de apartamentos en Bakersfield a 20 minutos de distancia. Sus adolescentes todavía asisten a la escuela secundaria del otro lado de la calle. No tienen idea si van a regresar a sus hogares o cuándo. Y aparentemente no quedará mucho cuando lo hagan. (A mediados de agosto, cinco meses después, permanecen evacuados.)
Gustavo ha estado frecuentemente en contacto con los residentes y ha tomado muestras de aire con su cubeta. “Encontramos unos químicos característicos del fracking”, dice sobre la muestra tomada tres semanas después de confirmarse la fuga por primera vez. Su muestra presentó varios productos químicos que se enumeran en un informe del Congreso sobre los productos químicos más frecuentes que se encuentran en los fluidos de la fractura hidráulica, incluyendo tolueno, etilbenceno y xileno. “Por lo que sabemos no hay fracking en Arvin – así que, ¿de dónde diablos están viniendo?” pregunta Gustavo.
Según el informe, los tres químicos (parte de un grupo químico conocido como BTEX) son “un contaminante regulado bajo la Ley de Agua Potable Segura y una sustancia contaminante peligrosa para el aire bajo la Ley del Aire Limpio”. El Bakersfield Californian también reportó un coctel de 20 productos químicos incluyendo metano, n-hexano, heptano, benceno (un cancerígeno conocido), “junto con niveles de gases tóxicos 13 veces superiores a los niveles considerados seguros por la U.S. Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos).” En dos casas la concentración de gases explosivos fue de más de 50 por ciento, lo cual representa una verdadera suerte que la fuga fue descubierta antes de que ocurriera algo más horrible.
Parece ser que el oleoducto que estaba goteando bajo Nelson Court llevaba “gas de campo,” que es el desperdicio que las compañías de petróleo y gas no pueden utilizar y quieren descartar. Ya está lleno de productos petroquímicos y también puede contener sustancias químicas adicionales añadidas durante la producción y la estimulación de pozos (como el fracking o la acidificación).
Este desperdicio después se manda a través de los oleoductos a los mechurrios – altas tuberías de metal, con una antorcha encendida que quema los gases en un siseo ardiente. Encender los gases en vez de soltarlos al aire sin quemarlos causa emisiones menos toxicas, aunque como pronto entendería, esto no quiere decir que son completamente benignos. Hay dos mechurrios que se encuentran a varios cientos de metros de Nelson Court en un tomatal frente a la escuela secundaria.
Gustavo y yo vamos en coche hasta el mechurrio más cercano. Al detenernos, supongo que no está prendido; el que está más al fondo del tomatal desprende una llama brillante que se ve desde lejos, pero éste no. Entonces no es sino hasta que salgo del coche que lo escucho rugir y puedo ver el débil resplandor de las emisiones. Está vertiendo Dios-sabe-qué en el aire con toda su fuerza. Le grito preguntas a Gustavo y espero que mi grabadora esté captando sus respuestas porque a la vez estoy tratando de no vomitar. Las emisiones del mechurrio me han mareado, de un solo golpe.
De vuelta en el coche nos preguntamos de dónde podrían proceder los productos químicos que su muestra de aire encontró en Nelson Court. ¿Los llevaría el viento por el valle desde algunos de los cientos de pozos que tienen fractura hidráulica en otras partes del condado? O, ¿será que los desperdicios de gas que son transportados en los oleoductos por debajo de los hogares de aquí o quemados en los mechurrios provienen de los campos petrolíferos cercanos donde el fracking es común? Es imposible saberlo.
Viviendo a favor del viento
La mayoría de las conversaciones nacionales que ocurren sobre fracking tratan lo que ocurre en el sitio del pozo y si el agua potable contenida en los acuíferos subterráneos puede ser contaminada por productos químicos de fracking inyectados debajo de estas reservas de agua potable. Pero lo que he aprendido de mis visitas a las comunidades por todo el país, es que los impactos también van a dar más lejos, río abajo y en dirección del viento. Poder determinar cómo las comunidades son afectadas por fracking significa que tienes que rastrear las emisiones tóxicas al aire y los millones de galones de aguas residuales después que salen del sitio del pozo.
Arvin puede ser uno de esos lugares a donde van a dar las sustancias contaminantes. “Llevamos nuestros resultados a la ciudad y nos dijeron que acá no hay fracking, que no nos preocupáramos,” me cuenta Gustavo. “Pero los ciudadanos están preocupados. Hay la posibilidad de que no puedan regresar a sus casas, y si pueden, ¿cuán seguro será?”
Es difícil aplacar el temor de los residentes con palabras de agencias gubernamentales que en gran medida ya han defraudado a la comunidad en cuanto a la salud pública. Además, se ha llevado a cabo el fracking por décadas sin regulación en California (el proceso de redactar regulaciones apenas ha comenzado en 2014). Así que, ¿quién puede decir que no ha ocurrido aquí?, se preguntan los residentes. Si los oficiales no sabían acerca del oleoducto debajo de sus casas, ¿qué más desconocen?
El precio de no saber puede ser muy alto.
“Hay veces que vengo aquí y me dan reacciones alérgicas severas. Me sale sarpullido, realmente mi cavidad nasal se ha disminuido tanto,” dice Gustavo. “Hay muy poco que ahora pueda oler. Los ojos y la nariz se me irritan, especialmente cuando estoy en ese barrio, donde se encontraron los productos químicos del fracking. Mi garganta simplemente se hincha y se pone muy seca.”
Aunque Gustavo no vive en Arvin, está aquí todas las semanas y a veces todos los días. Claramente es suficiente para ser una amenaza a su salud.
Cuando los medios de comunicación cubren los desastres relacionados al fracking, por lo general implica algún tipo de incendio – agua que explota de los grifos de la cocina o trenes descarrilados que estallan en llamas. Pero para Arvin, los impactos más peligrosos seguramente son los que no se pueden ver. No es un evento catastrófico, sino un desastre que se acumula lentamente.
Por eso me pregunto sobre la gente que vive aquí todo el tiempo. Gustavo me dice que son cerca de 20,000 personas y el 93 por ciento son hispanos o latinos. Algunos residentes pueden rastrear sus orígenes a los pastores vascos que llegaron a la región durante la fiebre del oro, pero la mayoría de los demás han llegado por la frontera sur de los Estados Unidos, más recientemente de México y América Central. El idioma predominante es el español y el empleador principal es la agricultura. El trabajo es a menudo estacional y la tasa de desempleo puede ser hasta de 40 por ciento. Gustavo llama a los residentes “la clase trabajadora de los Estados Unidos” pero es más probable que sean los trabajadores pobres (que trabajan muy duro) – desfavorecidos económica y políticamente.
Estar “sobrecargado” aquí no es una sorpresa.
Gustavo es muy consciente de los desafíos que enfrentan los residentes de Arvin. Él trabajaba como organizador de trabajadores agrícolas antes de unirse al Global Community Monitor hace ocho meses. También creció siguiendo las cosechas estacionales dado que sus padres trabajaban en los campos, yendo de pueblo agricultor a pueblo agricultor a lo largo del sur de California, pueblos como Oxnard, Indio, Blythe, y Coachella.
Su padre comenzó a organizar a sus compañeros trabajadores y después consiguió un trabajo de tiempo completo con la United Farm Workers (Unión de Campesinos) y mudó a la familia a Bakersfield cuando Gustavo tenía 13 años. Han permanecido allí desde entonces.
A Gustavo le encanta ser organizador, dice, a pesar de ser el único entre sus amigos que no trabaja en los campos petrolíferos. Una de las mejores ventajas de su trabajo es entrenar a un nuevo ejército de ciudadanos científicos, la Brigada de la Cubeta, que cumple con necesidades con las cuales agencias locales y estatales o bien no pueden o no quieren cumplir.
Antes de salir de Arvin, Gustavo me lleva a un monitor de aire que ha instalado en una cartelera que da al visitante la bienvenida a “Arvin, Jardín en el Sol.” Se encuentra directamente al otro lado de la calle de donde está la instalación nociva de “reciclaje,” enfrente del cual se encuentra un santuario, adornado con flores y cruces, conmemorando a dos hermanos de 22 y 16 años, trabajadores indocumentados que fallecieron de envenenamiento de sulfuro de hidrógeno mientras trabajaban allí.
Es un recordatorio que vivir aquí, y trabajar aquí, es un negocio peligroso. Le pregunto a Gustavo si se preocupa por su salud. Su supervisor, que trabaja en Richmond, California en el Área de la Bahía, me dice, le ha mandado una mascara para el gas. Espero que la use.
Regreso al coche para irme a casa – también en el Área de la Bahía. Cuando llego estoy envuelto en la niebla espesa del verano que dura hasta la mañana siguiente, que es más o menos cuando mi nausea de la llamarada de Arvin comienza a desaparecer. A medida que calienta el día, la niebla desvanece y yo me quedo con cielos azules y despejados. Aspiro profundamente y con sentido de culpa al pensar en Arvin y el trabajo continuo de Gustavo para librar al pueblo de su carga. Me alegra que no esté solo en sus esfuerzos. Con la ayuda de un concejal municipal de 19 años de edad que por casualidad vive en Nelson Court, la coalición de Gustavo quiere aprobar un moratorio contra el fracking en Arvin.
Es un esfuerzo extremadamente impopular entre los legisladores de la región petrolera. Pero a la coalición no le importa. Esto es algo que quieren frenar antes de que comience, dice Gustavo. Al diablo con las camionetas blancas.
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Faces of Fracking is a multimedia project telling the stories of people on the front lines of fracking in California.