Lupe Anguiano
Story by Tara Lohan | Photography by Sarah Craig
Una heroína de los derechos civiles, de 85 años de edad, enfrenta a las grandes petroleras y la empresa que entierra los residuos peligrosos de la industria.
Vine a Oxnard, California para ver los pozos petroleros pero Lupe Anguiano empieza por mostrarme el océano. “Amo el océano,” me dice mientras caminamos del estacionamiento hacia la arena por un sendero de cemento. “Tengo una oración que escribí y traigo sal y entonces doy la bendición al océano, pidiéndole que proteja su vida marina.”
Estamos paradas en el borde entre la playa y la acera y Lupe apunta hacia la silueta apenas visible en el horizonte. Entrecerrando los ojos, me doy cuenta que la masa gris no es ni bote ni isla sino una plataforma para la producción petrolera. Y hay otras. En un día despejado, puedo ver más allá de éstas hasta las preciadas Islas de la Mancha, de las cuales Anacapa es la favorita de Lupe. “Es por los pájaros,” me dice. “Un día vendrás aquí solo para relajarte y podemos ir en bote hasta allá.”
Hoy no es un día para relajarnos. Vamos a explorar la infraestructura que la industria petrolera tiene en la costa – torres de perforación, pozos de inyección de aguas residuales y hasta una instalación de producción de arena de alquitrán. La última la dejará a Lupe jadeando, agarrándose el pecho, y a mí me dejará aterrada, pensando que he puesto en peligro la salud de una heroína de 85 años de edad de los tiempos de los derechos civiles.
La octogenaria vs. la industria petrolera
Lupe ha marcado el tiempo por la madurez de la fruta. Pasó los veranos de su niñez siguiendo las cosechas de California. Ella y su familia pizcaban chabacanos cerca de Oxnard, y después se dirigían hacia el norte a San José cuando las ciruelas estaban listas y de vuelta al sur para las nueces.
Por los primeros ocho años de su vida, éste era el ritual de los veranos y el resto del año vivían en Colorado donde su padre trabajaba para el ferrocarril. Pero cuando Lupe estaba en el tercer grado, se mudaron permanentemente a California y se instalaron cerca de su tía en Saticoy, cerca de Oxnard.
Oxnard, donde vive Lupe ahora, queda a 60 millas de Los Ángeles, subiendo la costa. Es un matrimonio feliz de playas del Pacífico y campos cultivados y fértiles. Cuando Lupe era niña había viñedos y arboledas de limones y naranjas. Todavía recuerda el aroma de los árboles cuando iba en bicicleta desde los campos a la playa.
Hoy en día es más probable que uno vea tomates, apio, frambuesas, frijol de lima y el cultivo principal de Oxnard: fresas. En el camino de la casa de Lupe al océano, pasamos campo tras campo de fresas. Y entre las hileras verdes, también hay torres de perforación – altas y blancas, parecen escaleras.
“Allí, ¿puedes ver esa y esa?” pregunta ella, apuntando a las torres, “y mira los carteles – antes nunca tenían esos.” Esta zona de fresas en particular tiene una cartelera advirtiendo el arresto de intrusos. Seguramente ha sido erguido no por el agricultor sino por la compañía perforadora.
Ésta es la nueva norma. Lupe ha visto aparecer más y más torres, y le preocupa que las compañías puedan estar utilizando técnicas de estimulación de pozos como la fracturación hidráulica — o fracking – para dinamitar formaciones de piedra subterráneas con un coctel de alta presión de agua, arena, y sustancias químicas.
Lupe ha leído las historias de los impactos del fracking en otros estados – la contaminación del agua, y del aire, los problemas de salud, las muertes de ganado. Un informe congresal reciente sobre el líquido de fracking encontró que las compañías pueden utilizar hasta 750 productos químicos y otros ingredientes. Algunos de éstos pueden ser inocuos, pero 29 de ellos han sido identificados como sustancias que sabemos son o pueden ser carcinógenos humanos. Y hay muchos otros productos químicos en el líquido de fracking que las compañías ni siquiera revelan porque están protegidos como “secretos de la industria,” lo cual hace imposible poder entender las implicaciones para la salud humana y el medio ambiente.
Debido a estos riesgos, Lupe está dispuesta a enfrentarse a las grandes compañías petroleras pudientes, trabajando en coalición con otros para limitar o prevenir el fracking en Oxnard y fuera de su costa. Puede parecer una lucha dispareja, pero Lupe es una fuerza que es imposible ignorar. No hay que dejarse engañar por el cabello blanco peinado en rodete. O el hecho de que fue monja.
Lupe dejó la vida religiosa a los 35 años porque le costaba obedecer las reglas, admite ella. También le costaba ignorar la injusticia. “Es parte de mi ADN defender la igualdad y la justicia social,” dice ella. “Lo hago automáticamente.”
Esta composición genética la condujo a unirse al organizador campesino César Chávez, ayudando en su legendario boicot de las uvas en los años 60. Después trabajó con Bella Abzug y Gloria Steinem sobre la Enmienda para la Igualdad de Derechos y se dedicó a crear programas para ayudar a sacar a las mujeres de los programas de bienestar social y de la pobreza. Su trabajo atrajo el elogio de dos presidentes estadounidenses.
Ahora, después de unas cuantas décadas, Lupe no ha logrado entender cómo se supone que debe ser la jubilación. En vez de pasar el tiempo al lado del mar, se pasa el tiempo hostigando a los concejales municipales con sus preguntas sobre las torres de perforación que sobresalen de las dunas al lado de sus playas tan queridas. Confabula con organizadores de grupos como Food and Water Watch (Monitor de Alimentos y Agua) y el Center for Biological Diversity (Centro para la Diversidad Biológica), a quienes llama sus “ángeles.” Y ha mangoneado a la League of United Latin American Citizens (LULAC- Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos), la organización latinoamericana más grande de derechos civiles en el país, y ha conseguido que adopten una postura en contra del fracking en California.
Y para ella, luchar contra el fracking no parece incongruente al trabajo que ha hecho antes. Ella es una activista con una visión amplia, viendo el total de las cosas, conectando temas que a menudo son encasillados: trabajadores, mujeres, pobreza, comida, agua, salud, energía.
Ahora en Oxnard, me está mostrando cómo están relacionadas todas estas cosas.
Los reguladores están inatentos
Visitamos la playa estatal McGrath en el Océano Pacífico. Una torre de perforación sobresale de las dunas, a media milla del campamento. A nosotros (y al resto del público) se nos impide acercarnos lo suficiente para ver qué está ocurriendo, pero los registros de los pozos señalan que se han presentado permisos recientes para perforar de manera horizontal desde la playa hasta reservas ubicadas más allá de la costa.
Otros pozos tienen operaciones en depósitos en mar abierto. En este pequeño tramo de playa (hogar de los chorlitos blancos) también ya se están bombeando una docena de pozos. Al dar un giro de 180 grados del agua, podemos ver más torres de perforación al otro lado del camino donde las dunas ascienden hacia tierras de labranza.
Lupe sospecha que las compañías petroleras puedan utilizar el fracking o la acidificación en estos pozos. La acidificación es otra técnica de estimulación de pozos — similar al fracking – que requiere el bombeo de ácidos hidroclóricos o fluorhídrico a mucha profundidad bajo tierra. El fracking rompe la piedra, mientras que la acidificación descompone la piedra – pero las dos son utilizadas para tratar de sacar más petróleo de las formaciones de piedra subterráneas. A Lupe le preocupa que los productos químicos de estos procesos puedan contaminar las playas y poner en peligro el ecosistema marino, ya en peligro a causa de la contaminación y la perforación en mar abierto. Estas playas del Pacífico eran donde su familia venía a pasar las noches de verano – asando salchichas, pescando a la luz de la luna y durmiendo en las dunas. Y ella quiere ver que las disfruten un sinfín de generaciones más.
No se deje engañar por el cabello blanco peinado en un rodete. O el hecho que antes era una monja.
Hasta el comienzo de 2014, ni el fracking ni la acidificación habían sido de gran interés para el Department of Oil, Gas, and Geothermal Resources (DOGGR – Departamento de Petróleo, Gas y Recursos Geotérmicos) de California, a pesar del hecho que hubo un gran clamor por todo el país en contra de los impactos del fracking sobre el aire, el agua y la salud. Averiguar lo que estaba pasando con los sitios de pozos en California requería mucha conjetura y mucho husmeo.
La industria típicamente no ejerce la transparencia cuando de lo que están haciendo se trata, y las agencias estatales, que debían haber estado regulando los procesos, no han estado prestando atención. Se puede encontrar alguna información si se leen páginas y páginas de registros de pozos, si se da la casualidad de saber el número API de un pozo particular. El sitio web FracFocus apareció repentinamente hace un par de años para recopilar información sobre el fracking, pero solo tiene lo que la industria en California está dispuesta a compartir – un trocito de la realidad.
En el condado de Ventura, donde se encuentra Oxnard, el mosaico incompleto de datos que puedo encontrar muestra que 457 pozos han sido estimulados, la mayoría de ellos con fracking y la mayoría de ellos en los campos más grandes como el Sespe y Ojai, a unas 30 millas de distancia. Dos pozos han tenido fracking en el campo petrolífero de Oxnard, que forma la base del pueblo de Oxnard.
Lupe y yo podemos manejar sin destino final por todo Oxnard y el circundante condado de Ventura, pero seguiremos sin poder entender realmente lo que está ocurriendo hasta por lo menos dentro de un año, cuando las nuevas regulaciones puedan dar más claridad – aunque quizá no haya más protección.
El estado aprobó el Proyecto de Ley 4 (SB4) del Senado de California, que entró en efecto en enero 2014, poniendo en movimiento un plan para redactar regulaciones para las técnicas de estimulación de pozos como el fracking y la acidificación. Lo más importante de SB4 es que DOGGR ha admitido que necesita estudiar lo que está ocurriendo, revelar más de esta información al público y escribir regulaciones concretas. Todo esto tendría que llevarse a cabo para julio del 2015, pero mientras tanto, las cosas operan de forma habitual para la industria.
Convocando a los terremotos
Después de irnos de la playa, nuestra próxima parada queda al otro lado del pueblo en una instalación administrada por Anterra, una compañía de eliminación de aguas residuales. La instalación está bordeada con fresas listas para la cosecha. Hay trabajadores agachados en los campos. El aire huele a mermelada espesa y dulce. Es un contraste tremendo con lo que se está inyectando bajo tierra, a miles de pies bajo de la superficie.
Anterra opera dos pozos de inyección profundos aquí, conocidos como pozos de Clase II, que canalizan las aguas residuales (incluyendo los productos químicos del fracking) de la producción de petróleo y gas a las entrañas subterráneas de las formaciones de Monterey y Topanga, entre 4,500 y 5,600 pies de profundidad. El agua llega mediante camiones con tanques de carga de las operaciones de perforación en Ventura, Los Ángeles y Kern – los tres condados más grandes de producción petrolera en el estado.
En la primera mitad de 2014, Anterra inyectó 114,170 barriles (o 4.8 millones de galones) en uno de los pozos y 337,215 barriles (o cerca de 14 millones de galones) en otro pozo. Juntos, en solo seis meses, estos dos pozos tragaron suficientes aguas residuales para llenar más de 28 piscinas de tamaño olímpico. Esta agua puede contener un sinnúmero de cosas que deberían mantenerse lo más lejos posible del agua que bebemos o utilizamos en los cultivos. Esto incluye materiales radioactivos, carcinógenos humanos conocidos como el benceno y cientos de productos químicos que puedan aparecer en el líquido de fracking – algunos de los cuales ni se revelan jamás.
A Lupe le preocupa que estos productos químicos puedan terminar en los alimentos que son cultivados en Oxnard y en el agua que bebe la gente, la mitad de la cual proviene de acuíferos subterráneos. Y también le preocupa la salud de los trabajadores que cosechan esos campos, algunos de ellos justo al lado de estos pozos de inyección.
DOGGR dice que la práctica de eliminación es segura, pero también cerraron 10 pozos similares en el condado de Kern en julio debido a que creían que las compañías podían haber estado inyectando aguas residuales en los acuíferos que pueden usarse para el agua potable.
La contaminación del agua es un gran problema pero no es el único riesgo. El suelo aquí también tiene vida propia – después de todo nos encontramos en California, un estado sísmicamente activo, y Oxnard está designado como zona de licuefacción y deslizamientos (además de que es área de evacuación en caso de tsunamis), rodeada de zonas de fallas.
A Lupe le preocupa la posibilidad de un terremoto. Mientras manejamos por la costa, me señala las casas situadas cerca del borde del agua en vecindarios designados como zonas de licuefacción y zonas peligrosas en caso de tsunami. Dos de sus amigos — Dallas Rippy y JB (José Barrera) de 19 años de edad – también están preocupados. Ambos están estudiando ciencias políticas en el Colegio de Ventura y son directores juveniles en LULAC. También ambos han investigado los riesgos del fracking, y Dallas se crió en el entorno de la industria – su padre trabajó por más de 30 años en los campos petrolíferos.
“Nuestra gran preocupación con los pozos de Anterra es un terremoto,” me cuenta JB. “Hay un acuífero allí, por eso tenemos miedo que parte del revestimiento o el cemento del pozo se pueda resquebrajar, contaminando el agua fresca que utilizamos.”
Pero eso no es todo. Rippy menciona una investigación reciente que muestra que los pozos de inyección profunda han sido vinculados a terremotos en otros estados, como Oklahoma. Desde 1997 a 2008, Oklahoma tuvo entre uno y tres terremotos por año. Desde 2009 han estado teniendo más de 40 por año. Un estudio publicado en la revista Science confirmó que el aumento en terremotos allí “es probablemente causado por la migración de líquidos de pozos de eliminación de aguas residuales.” Oklahoma es uno de seis estados — con Texas, Colorado, Nuevo México, Arkansas y Ohio – en que ha habido terremotos vinculados a los pozos de inyección.
La sismicidad inducida depende de varios factores, incluyendo cuánta agua es inyectada y con qué rapidez, y cuán permeable es la piedra. Bajo buenas (realmente, malas) condiciones, se puede acumular presión y si esta presión se traslada a una falla cercana bajo estrés, puede reducir la fricción sobre esa falla y provocar su desliz.
¿Tienen razón Lupe y sus amigos de preocuparse por que esté ocurriendo lo mismo en California? Actualmente, DOGGR reporta que administra más de 50,000 pozos de inyección, de los cuales dice solo el
60 por ciento son inspeccionados cada año por un personal de 35 miembros.
Un informe reciente sobre los riesgos de terremotos, On Shaky Ground, examinó los 2,583 pozos de inyección de aguas residuales en el estado y encontró que el 54 por ciento de los que están actualmente en uso están a una distancia de entre 10 millas de una falla activa.
Cuando averigüé con el Department of Conservation (Departamento de Conservación) estatal (del cual DOGGR es parte), Don Drysdale me dijo, “No parece haber correlación entre la actividad sísmica en el estado y la inyección rutinaria de aguas residuales de las actividades de petróleo y gas.” Aunque los pozos de inyección de aguas residuales han estado vinculados a terremotos en otros estados, la agencia no piensa que la misma cosa pueda ocurrir en California.
Pero Don admite que ahora se le requiere al estado estudiar esta posibilidad, gracias a los requisitos de SB4. Esta última pieza de información me hace cuestionar cómo es que pudo llegar a esa conclusión DOGGR sin siquiera estudiar el tema de antemano.
Tiempos inusuales
Nuestra última parada del día puede ser la más inquietante. Después de dejar atrás los pozos de inyección de Anterra, encontramos dos áreas industriales cercanas, una administrada por Peak y la otra por Vaca Energy, separadas por varios cientos de metros de hileras de tierra arada por tractor. Mirando más allá de los cercos y las entradas de coches abiertas vemos grupos de tanques, tuberías de metal y unidades de bombeo. El cartel de entrada de la segunda área industrial delata su misión: “Perforando hacia el pasado para garantizar el futuro.” El pasado tras el que van es de hace más de 2 millones de años.
Ambas compañías tienen permiso de utilizar una técnica de “recuperación mejorada de petróleo”, conocida como inyección cíclica de vapor. Cerca de 1,800 a 5,000 pies debajo de la superficie de sus operaciones está la zona conocida como la Vaca Tar Sand (Arena de Alquitrán de Vaca) y justo debajo de esa la Lower Pliocene Tar Sand (Arena de Alquitrán del Plioceno Inferior).
Un informe de 1982 de DOGGR sobre las “reservas inusuales de petróleo” del estado describe el crudo espeso que está ahí abajo como de “muy baja calidad.” También es extremadamente sucio para quemar. Pero las compañías como Peak y Vaca Energy lo están buscando estos días porque el precio del petróleo está lo suficientemente alto para justificar el gasto de mucha energía y agua para extraer algunos de los combustibles fósiles más contaminantes que podemos encontrar. Combustibles fósiles inusuales como la arena de alquitrán son producidas ahora mediante la perforación horizontal y la inyección cíclica de vapor para conseguir que el crudo sea lo suficientemente caliente (y por lo tanto lo suficientemente líquido) para que pueda ser bombeado a la superficie.
EL resultado final es uno que va completamente en contra de cualquier progreso hacia la disminución de emisión de gases con efecto invernadero frente al calentamiento global cada vez más grave y un clima cada vez más volátil. Es un resultado que además tiene poco sentido en un estado que lucha para superar sequías extremas. La alcaldesa interina de Oxnard, Carmen Ramírez, me dijo que a ella le preocupa el suministro de agua de la zona – tanto tener lo suficiente como la posibilidad de que resulte contaminado por la industria petrolera.
La inyección cíclica de vapor se clasifica de manera diferente a las técnicas de estimulación de pozo como el fracking y no está cubierta bajo las nuevas regulaciones que serán escritas como resultado de SB4, así que es probable que pocas personas se den cuenta que la industria petrolera de Oxnard está raspando el fondo del barril para conseguir las arenas de alquitrán.
Mientras Lupe y yo estamos sentadas afuera de estas instalaciones tenemos solo una mínima noción de lo que está ocurriendo y no huele nada bien. De hecho, las emisiones de gases quemados y los productos químicos provenientes de un mechurrio en una de las instalaciones hacen sentir enferma a Lupe. Se agarra el pecho, y nos alejamos de ahí en el coche.
Nos vamos hacia la casa y considero la gravedad de lo que hemos visto en un solo día y lo que Lupe, Dallas y JB están enfrentando en Oxnard. Y entonces recuerdo una historia que me contó Lupe: Cuando trabajaba con César Chávez, lo llamaba con frecuencia para reportar sobre el trabajo que estaba haciendo. Ella no aguantaba las ganas de contarle sobre sus éxitos y lo que con ellos lograba. Pero después de cada confesión de su progreso, César simplemente le decía, “Qué bueno, Lupe, pero, ¿qué va a hacer después?”
Cuando la dejo después de nuestro día juntas, ya puedo ver que su mente sigue en marcha, considerando los correos electrónicos que va a escribir, los organizadores que va a llamar, las reuniones a las que asistirá. Parece que sigue guiándola el mantra de “Y ahora, ¿qué? Y ahora, ¿qué?” Lo imagino dando vueltas en su mente una y otra vez como las olas.
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Faces of Fracking is a multimedia project telling the stories of people on the front lines of fracking in California.